Dos títulos, dos historias, dos fragmentos que dialogan y cruzan la mirada:
"—Bésame —dijo ella, mientras él la besaba, ella le desabrochó y le mostró el camino. Era extraño, cálido y agradable. Ten cuidado, dijo ella, y él permaneció completamente quieto. Pensó estoy haciendo el amor con ella. Este es el mejor día de mi vida, y a partir de ahora todos los días serán los mejores, porque ahora sé qué es lo mejor" (Desde ahora te acompañaré a casa, Kjell Askildsen).
"La Florence que dirigía el cuarteto, que fríamente imponía su voluntad, nunca se sometería dócilmente a las expectativas convencionales. No era un cordero para que la acuchillaran sin quejarse. O para que la penetrasen. Se preguntaría a si misma que quería exactamente y qué no quería del matrimonio, y se lo diría en voz alta a Edward, y esperaba llegar a algún tipo de transacción con él. Desde luego, lo que cada uno deseaba no lo obtendría a expensas del otro. El propósito es amar y que los dos fueran libres" (Chesil Beach, Ian McEwan).