Dos títulos, dos portadas, dos fragmentos que dialogan
y cruzan la mirada:
«—No va a ir bien. Si queréis que se mantenga en equilibrio en el viaje, tendréis que...
—Tú levanta. Maldita sea, levanta.
—Os digo que no va a mantenerse en equilibrio si no...
—¡Levanta! ¡Levanta, condenado del diablo, levanta!
No va a ir bien asentada. Si quieren que vaya en equilibrio, tendrán que....»
(Mientras agonizo, William Faulkner).
«—Es un error hablar de ojos cerrados —resopló el herrador—. No se tienen los ojos cerrados porque se pongan párpados delante. Están abiertos por debajo. Si usted arrastra una roca al umbral de una puerta, ésta no queda cerrada por ello; y la ventana tampoco, porque para ver de lejos no son ojos lo que se necesita, y, por lo tanto, usted no entiende nada en absoluto».
(El arrancacorazones, Boris Vian).