He bordado la triple mirada femenina de «Cauterio» de Lucía Lijtmaer tres veces de modo superpuesto: la primera son hilos del color del agua sucia, del agua marrón invadiendo el cerebro, el agua color charco de la gran ola que nos hundirá con un golpe definitivo;
la segunda mirada es un único rayo de hilo azul, del color del corazón de una llama; y la tercera está bordada con los colores del hematoma, esa herida que hay que quemar para que cauterice: «sabemos que después de un golpe la carne se torna primero rojiza, luego morada y más adelante va adquiriendo los tonos verdes y amarillentos que anuncian que la herida se desvanece. Un golpe es un instante, sí, pero el dolor es un proceso». El animal primero se queda quieto y luego huye.
Gracias a Lijtmaer por esta lectura sobre la huida del dolor como forma de supervivencia y la rebelión de los roles de género. Como dice en la cuarta de cubierta: frente a la autodestrucción, quémalo todo. Solo así todo cauterizará.

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Reseñas bordadas: «Cauterio» de Lucía Lijtmaer

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