Me fui al desierto para desertar: me mantuve en la inacción yerma de la que hablan los taoístas, miré desde dentro la boca granate del volcán y, como los alacranes, permanecí bajo las piedras, en una inmersión de residencia artística con The Beautiful Ones. «Aquí pasan cosas», me dijo Diego, desde el centro del centro del cortijo El Tembleque, que tiembla y te remece cada vez
que pasa el tren. Seguí en mi afán, y leí obsesivamente hasta las náuseas, hasta que apareció en medio del desierto un oasis: Noa. El oasis sonrió, y me habló: «tengo un cuerpo», me dijo. «Y te lo ofrezco». Lo que sucedió después fue silencio, poesía y amor.

Encuentro en los textos de Unica Zürn y Angélica Liddell un vector sobrecogedor que los une: el espanto. No es el encanto lo que conectan sus relatos, sino el deseo insaciable, el derrumbe interior, la pérdida, el vértigo, el mareo de la elección, el desengaño. En el desierto los escorpiones se liberan a sí mismos con su cura que es al mismo tiempo su destrucción. El dilema vital del escorpión habita en la periferia del lenguaje. El dilema vital de la acción y la palabra se plantea en Zürn y Liddell como un anagrama de angustia dislocada carente de norte y sentido; sin embargo, en el cuerpo desnudo sus articulaciones están cargadas de un simbolismo extremo, salvaje y lírico. De la constelación de las palabras clave que resuenan de la lectura emocional de «El hombre jazmín» y «Trilogía del infinito» se dibujan figuras geométricas y diamantes con lianas. La figura del triángulo es una constante. Al trasladar las palabras clave de ambos textos a las articulaciones del cuerpo —cuello, axilas, muñecas, tobillos, rodillas—, se revelan hexagramas que plantean un nuevo dilema alrededor del deseo vital.
Solo se llama cuerda si se utiliza para ahorcar. Todo lo demás son hilos. En el cuerpo desnudo constelado el hilo traza un recorrido inverso a las muñecas de Hans Bellmer. «El deseo de morir y la alegría de vivir se entremezclan de un modo horrible a los ojos de los enamorados sin futuro», escribe Zürn. La constelación corpórea es la representación oracular de la lectura y la relectura de ambos textos que dialogan en voz alta. ¿Un triángulo en un cuerpo solitario desnudo es el mismo triángulo entrelazado
entre dos cuerpos desnudos?
En el campo semántico del tejido es donde se abren los triángulos en flor.

Escribe Unica Zürn: «Alguien me recorre en un viaje a través de mi ser. Me he convertido en su casa. Fuera, en los negros parajes en los que muge la vaca, alguien finge ser. Desde esta perspectiva, se cierra el círculo en torno a mí. Él me recorre por dentro y me rodea desde fuera. Ésta es mi nueva situación. Y me gusta».
Las palabras viaje, casa, y círculo forman un pequeño triángulo. Escribe Angélica Liddell: «No lees. No escuchas. No miras. Sin embargo, vives entre mis infartos».
Las palabras no, no, no y sin embargo dibujan un pequeño triángulo con un vector hacia arriba.
Y remata Liddell la figura: «No me reflejan los espejos sino las piedras. Me miro en las lápidas. Cenaremos en la Casa sin Fin». Las palabras espejos, piedras y Casa dibujan un hexagrama de dos triángulos tocándose
a través de la doble lectura.


Escribe Unica Zürn: «La agonía del Todo. Así muere el universo. A pesar de todo, un fino tubito rojo une todavía a eso con el mundo. Un tubo que va del brazo a una botella de la que, gota a gota, un líquido transparente penetra en las venas del universo. ¡Ah, esta gente que cree poder mantener con vida al universo gota a gota! La cabeza del universo no parece mayor que un apretado puño blanco. Pero ¿cómo ha venido a parar el universo
a las manos de los hombres?
¡Como si necesitara de ellos!».
Las palabras Todo, Universo, Universo, Universo, Universo, dibujan un hexagrama que da vida
a un diamante con lianas.
Escribe Liddell «Me peinan. Me visten. Juntan mis manos. Mañana todavía estaré viva». Manos. Viva. Ambas palabras forman dos vectores hacia abajo que se pellizcan en la grupa.
Y remata: «Tengo más costras en los ojos. Tengo más costras que mirada. Estoy anochecida». Con las palabras costras, ojos, costras, mirada y anochecida se dibujan dos triángulos, donde uno contiene
a otro que se desdobla.


Escribe Zürn: «Me siento como en una cárcel —dice a un psiquiatra. Y él le responde: "Usted es su propia cárcel".
—Me siento como en un círculo —dice a otro psiquiatra. Y este contesta:
"Yo no creo en los círculos".
Escribe Liddell:
«Mi Tarea es la Circunferencia».
El deseo es un triángulo compuesto por el yo, el tú y el eros.
El eros a veces es el vacío.
Por favor, no entre aquí quien sea ignorante en geometría.


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Tensar el texto. Las articulaciones consteladas en el cuerpo del poema

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