Muy contenta de colaborar con la editorial Consonni para dar vida a la imagen de cubierta de «La mujer de Dios» de Amanda Mijalopulu, traducida del griego por Natalia Velasco.
La imagen de cubierta es parte de la pieza «Madonna kintsugi», una serie de figuras de un viejo calendario sueco de mujeres desnudas bordadas en oro. Como ocurre en la técnica japonesa, en un ejercicio de recogimiento y reparación, el hilo dorado sujeta las partes y muestra la luz que desprende cada herida y cada cicatriz.
El gesto femenino de la imagen
encierra un sentido que
solo quien lea la novela entenderá.
«Parece mentira, pero soy su mujer». Han pasado muchos años desde que Dios la eligió para casarse: una chica de diecisiete años que renuncia a la vida terrenal porque entiende que Dios la está salvando. El libro que escribe en secreto, sin embargo, es el testimonio de su insurrección. «La mujer de Dios» es una meditación sobre cuestiones de poder, dominación, verdad y creencia, y sobre todo del poder de la literatura para crear un espacio de juego imaginativo y de libertad, evitando respuestas simples. ¿Quién puede contar la historia y por qué? ¿Y qué le debemos al otro en la construcción de nuestra propia narración?